El Comité sobre Pesticidas Sistémicos es un grupo independiente de científicos de todo el planeta que se reunieron para trabajar en la Evaluación Mundial Integrada sobre el impacto de los pesticidas sistémicos en la biodiversidad y los ecosistemas.

El mandato del Comité sobre Pesticidas Sistémicos (TFSP, por sus siglas en inglés) ha sido el de «llevar a cabo un análisis científico comprensible y objetivo y una evaluación del impacto de los pesticidas sistémicos en la biodiversidad y, basándose en los resultados de dicho análisis, hacer recomendaciones que puedan ser necesarias para los procedimientos de gestión de riesgos, la aprobación gubernamental de nuevos pesticidas y cualquier otro asunto relevante que deba destacarse ante quienes toman las decisiones, desarrollan las políticas y ante el resto de la sociedad».

El Comité TFSP ha adoptado un enfoque científico y tiene como objetivo promover una toma de decisiones basada en buena información y en evidencia. El método seguido es la Evaluación Integrada (IA, por sus siglas en inglés), que tiene como objetivo proporcionar información relevante para la normativa, pero no prescriptiva, sobre aspectos clave del asunto tratado. Para ello, un equipo multidisciplinar de 30 científicos de todo el mundo ha trabajado codo con codo en una síntesis de 1.121 estudios revisados por especialistas y publicados en los últimos cinco años, incluidos los patrocinados por la industria. Todas las publicaciones de la TFSP han sido examinadas por especialistas, siguiendo los procedimientos habituales de revisión científica de la revista.

Historia

En julio de 2009, un grupo de entomólogos y ornitólogos se reunieron como resultado de una investigación internacional entre entomólogos sobre el catastrófico declive de insectos (y artrópodos en general) en toda Europa.

Hicieron notar que desde 1950 se había iniciado una perceptible y gradual disminución de insectos a causa del empobrecimiento general del entorno natural. Se reconocieron como causas principales de esta disminución, entre muchas otras, la agricultura intensiva y su correspondiente pérdida de hábitats naturales y el uso masivo de plaguicidas y herbicidas; el aumento de múltiples carreteras y el tráfico motorizado, así como la contaminación lumínica nocturna y la deposición de nitrógeno en todo el continente.

Coincidieron igualmente en que en la década de 1990‑2000 se produjo un mayor deterioro de la situación y un pronunciado declive de las poblaciones de insectos. Esta situación, que empezó en Europa occidental, seguida por el este y sudeste del continente. También hicieron notar que el colapso masivo de diferentes especies, géneros y familias de artrópodos coincidía con la disminución severa de las poblaciones de distintas especies de aves insectívoras hasta ahora consideradas «comunes», como las golondrinas y los estorninos.

Basándose en estudios existentes y en numerosas observaciones de campo, así como en una abrumadora evidencia circunstancial, llegaron a la hipótesis de que la nueva generación de plaguicidas, los persistentes neurotóxicos sistémicos, neonicotinoides y fipronil, introducidos a principios de los años 90, son probablemente los responsables, al menos en parte, de estos declives.

En respuesta, un Comité Científico Internacional sobre Plaguicidas Sistémicos integrado por científicos independientes fue creado poco después.